viernes, 26 de diciembre de 2008

CAPÍTULO 11: TODO EL MUNDO NECESITA AMOR





BSO: Sírvela de nuevo, Patxi (Tijuana in blue)



La encontré camino del otro piso, perforándose un nuevo agujero en la oreja en un puesto callejero. Se había cambiado de ropa. Ahora sus piernas las cubrían una especie de malla de lana con franjas horizontales azules y blancas hasta la mitad de sus muslos, donde asomaban unos centímetros de piel, y después un tres-cuartos de tela de cáñamo de color gris con el que protegía la parte superior.

-¡Felisín!- exclamó cuando me vió, y me besó en la boca.

Yo sentí cómo sus labios me succionaban algo por dentro, todo lo que tenía que contarle, y que sólo me lo devolvería cuando ella quisiera.

-Perdona por lo de mi padre. Seguramente habrá estado muy borde contigo. Es muy celoso ¿sabes?

Se pasó la mano por el pelo rapado y su cabeza escupió una ráfaga de gotitas de lluvia. Sentí que mi escroto se convertía en un emjambre.

-Además le mosquea que yo haga cosas como ésta. Mi padre es un progre y le jode que después de haberme dado una educación liberal yo me sienta tan llena de complejos, que ande siempre en líos para intentar superarlos...- dijo muy seria-. Enfin, vaya paliza ¿no? -trató de recuperarse-. Y tú ¿que tal te ha ido?- preguntó por fin.

Le conté lo del asalto al piso, la okupación del otro, el recibimiento de los vecinos... Lorea acompañaba mis palabras con asentimientos, exclamaciones de aprobación o reprobación, de vez en cuando algún insulto, una risa, de acuerdo a cómo transcurriera mi relato, y eso a mí, que siempre había tenido problemas para expresarme, me ayudaba. Quería a aquella chica.

Llegamos hasta lo que hasta entonces había sido la redacción de "Borraska".

-Ahora verás- le previne a Lorea una vez ante la puerta, y la abrí mientras observaba su cara, aguardando que sus facciones se desencajaran por la sorpresa, la ira, la impotencia... Lorea, por el contrario, rompió a reir.

-¿Qué pasa?- pregunté sorprendido, y entonces me asomé yo también.

Sobre el colchón desventrado se encontraban Picio y Angelita, desnudos. Sus barrigas, fofas y blancuchas, se movían como enormes flanes. Ella se encontraba arriba, sostenía un canuto entre los labios y hacía tintinear el cascabel de su risa una y otra vez. Debajo Picio le sacaba fotos.

-Eh, colegas- nos saludó -Por fin he ligado, esto hay que inmortalizarlo.

-Pero Picio...-dije.

Picio no se comía una rosca, pero él siempre se lo tomaba a broma y yo no imaginaba que su desesperación llegara a esos límites. Violar a un osito de peluche después de drogarlo era algo aberrante.

-Quiero a esta mujer- se explicó, no obstante-. Dice que hay tanta gente que es más fea que Picio que yo debo de ser guapo. Qué cachonda.

Picio estalló en una de sus terribles carcajadas y conforme su cuerpo se inflaba y desinflaba con ella, Angelita, ajena a todo, tornaba sus risitas acampanadas en jadeos entrecortados.

Lorea me golpeó con el codo disimuladamente y salimos a la escalera dejándolos solos. Mientras bajábamos escuhábamos a Picio gritar "¡Por fin he ligado!" y los jadeos de Angelita, que ahora eran ya grititos de puro placer.
Me alegré por ellos dos. Como dijo alguna vez un jipi, todo el mundo necesitaba amor. Incluido yo, así que en un arrebato de valor invité a Lorea a pasar la noche en mi nueva casa.

Le pareció bien.

-Pues claro, tonto- dijo, y a mí, casi automáticamente, se me puso tiesa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este Felisín es un romántico...

Anónimo dijo...

La imagen lo decia todo...que bonito!