miércoles, 26 de noviembre de 2008

CAPÍTULO 3: EL POLEN DEL CORAZÓN



BSO: Ya no estás (Anticuerpos)


-¿Qué pasa, gordo, cabrón?- saludé a Picio al entrar.

Estaba sentado con las piernas sobre la mesa, cortándose las uñas de los pies. No me molestó. Sonaba música de "Anticuerpos" y la voz de la cantante me ponía cachondo, de buen humor.

-¿Por qué no haces eso en el baño, tío?- dije, sin embargo, cuando una de las uñas me saltó a la cara.

-Está ocupado.

-¿Por quién?

-Por una tía. Se llama Lorea. Era lo que tenía que contarte.

Sentí cierta desilusión. Al final, en lugar de algo emocionante, relacionado con el fanzine, aquello iba a reducirse a un lío de faldas. Pero tampoco podía mosquearme. Por fin Picio había ligado y no era cuestión de amargarle la fiesta. Picio era un tío cojonudo, simpaticón, descarado... Eso sí, como fotógrafo nada del otro mundo, lo había elegido para la revista porque complementaba mi carácter arisco, distante, frío... Si yo me presentara a hacer las entrevistas, los reportajes, sin su compañía nadie me contaría nada.

El problema de Picio estaba en que era feo como él solo. Aunque pesaba unos cientotreinta kilos su cabeza resultaba desproporcionada con el cuerpo, enorme, pero eso a él no parecía importarle, aumentaba su tamaño con una barba cortada a lo Lincoln y su cabello alborotado. Una de las cualidades que más admiraba de Picio era aquella ausencia del ridículo. Y eso que yo, recordemos, llevaba el pelo teñido de color azul.

-Bueno y qué pasa con esa... ¿Lorea, has dicho?

-Si, Lorea. Mira, Felisín, ya sé que el fanzine funciona de puta madre pero he estado pensando y creo que aún podría ir mejor.

-Joder, Picio, si lo que quieres es que os deje echar un polvo en mi casa no hace falta que me hagas la pelota.

-¿Un polvo, yo? Me parece que estás abusando de las drogas, chaval. No es eso, qué más quisiera. Se trata del fanzine, ya te digo. Lorea hace maravillas con el ordenador, maquetación, todo eso...

-Mierda, Picio.

Ya habíamos hablado en otras ocasiones de modernizar la revista. Siempre que lo hacíamos yo ponía el ejemplo de los Sex Pistols. Para mí lo bueno de los Sex Pistols fue que demostraron que cualquiera podía darle un corte de mangas al mundo y divertirse, hacer lo que le gustaba, que montar un grupo estaba al alcance de todos. Después supimos que aquello era un montaje, pero yo me quedaba con lo primero: "háztelo tú mismo".

-Mira, Felisín, lo de las fotocopias, las líneas amontonadas, no es punki. Simplemente es... trapero.

-Es barato. Lo bueno de "Borraska" es que la puede comprar cualquier chaval.

-Ya, pero lo que igual no pueden comprar después son unas gafas de culo de vaso.

-Si empezamos con chorraditas, fotos fijas, letras bonitas y grandes, la revista se quedará sin chicha, Picio, será diez veces más cara y la leerán cuatro modernos de mierda- contesté muy convencido, pero todo cambió por completo cuando a mis espaldas escuché vaciarse el calderín, se abrió la puerta y apareció la chica.

-Hola, soy Lorea-
Al presentarse me guiñó un ojo. En el párpado apareció tatuado un monigote que me sonreía. También tenía un arito colgando de una de las ventanas de la nariz y un brillante hundido en el ombligo.Lorea era una especie de compendio de mis fetiches preferidos. Vestía pantalones escoceses y tirantes, que trepaban por su cuerpo rodeándole los pechos, intuidos firmes y redondos bajo una camiseta ajustada. Llevaba el pelo casi cortado al cero y los rasgos de su cara resultaba de esa manera agresivos. Sus ojos eran grandes, oscuros; parecían los dos cañones de una recortada, pero si uno sabía mirarlos comprendía que también podían disparar orquídeas. Yo lo supe desde el primer momento. Su aparición fue como la de una abejita que me libaba el polen del corazón.

-Te admiro mucho, Felisín- dijo además, y su voz sonaba cavernosamente dulce, como burbujitas de champán que explotaban acompañando a cada palabra.

-A mí ¿por qué?- balbuceé.

-Solía escuchar tu programa en la radio, antes de que la chaparan, y ahora leo "Borraska". Me gusta cómo escribes. No puedo creerme que vaya a trabajar contigo- dijo, y comenzó a dar saltitos de alegría, y después a tararear la música que sonaba en el tocadiscos, y cantaba exactamente igual que la cantante de Anticuerpos...

No había nada que hacer. La revista iba a sufrir algunos cambios.

Miré a Picio. Me sonrió.

-Gordo, cabrón- le dije.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gordo cabrón, je, je. Yo tenía un jefe que se llamaba Luis pero yo le decía siempre Gorka, y el día que me despidió me dijo, una cosa ¿por qué me llamas siempre Gorka? Gorka, GORdo cCAbrón, le dije. je, je.
Muy buena esta iniciativa. Los Anticuerpos estos no los conocía, pero es verdad que la voz de la cantante tiene morbo. Me gusta la idea de una novela con banda sonora. Y también el otro blog guarro ese de La polla

Saladino (o salidino)

Anónimo dijo...

Bien, Patxi, me gusta el nuevo personaje. Veremos qué es capaz de hacer la informática.
Un abrazo.