domingo, 30 de noviembre de 2008

CAPÍTULO 4: POESÍA



BSO: Enamorado de la muerte (RIP)




-En realidad esto no resulta tan caro.

Lorea señaló la distribución de una página que había hecho en el ordenador. La verdad era que quedaba muy bonito y muy clarito.

-Si buscas gente que se anuncie, ya sabes, tiendas de discos, bares enrollados, al final puedes casi hasta mantener el precio de venta.

Estaba sentada junto a mí. Me gustaba sentir su muslo pegado al mío y pasarle el canuto que habíamos liado.

-No sé, yo no he hecho publicidad nunca.

-Venga Felisín, no seas capullo. Piensa un poco en los demás. Todavía no ha salido en "Borraska" una foto decente- dijo Picio, que continuaba cortándose las uñas.
-Es que tú nunca has hecho una foto decente- bromeé.

Picio me arrojó un paquete vacío de tabaco. Lo agarré al vuelo y se lo devolví. Al intentar esquivarlo su silla volcó y cayó al suelo. El edificio pareció elevarse un centímetro y descender suavemente. Lorea y yo nos quedamos paralizados, mirando a Picio tendido inmóvil en el suelo. Al cabo de unos segundos emitió un sonido, un gorgorito, y luego era una risa, y finalmente una de sus carcajadas, aquellas carcajadas que parecían ser lo último que haría antes de palmarla, antes de que su cuerpo se descoyuntara.

Su risa nos contagió, y nosotros también nos reímos. Al hacerlo yo me di cuenta de que tenía una erección. La alegría, no obstante, dura poco en la casa del pobre.
De repente se escucharon gritos en la escalera.

-Guarro, asqueroso, marrano, gorrino...

Era Gloria.

Picio se incorporó sorprendentemente deprisa, teniendo en cuenta sus facultades físicas, y tras coger su cámara salió al descansillo. Cuando llegué junto a él ya había disparado tres o cuatro veces. Me asomé. Gloria apareció reculando en el portal, tratando de esquivar con su paraguas y sus insultos las patadas que alguien le lanzaba brutalmente.

-Vil, mamarracho, pirata, beduino...

Me lancé escaleras abajo.

-Torpe, zopenco, maldito grosero- continuaba Gloria, pero cada vez se escuchaba más bajito y entrecortadamente, como si sus insultos fueran estertores.

Oí a Lorea emitir un alarido espeluznante. Me detuve y volví a asomarme. No veía al hijoputa aquel, sólo sus botas. Era un criminal. Cualquiera de aquellas patadas hubiera bastado para hacer mil pedazos el cuerpecito de Gloria. Ella no se amilanaba.

-Puto, marrajo, pardal, sodomita...-gritaba.

Continuaba defendiéndose con su paraguas. Observé que la punta metálica estaba ensangrentada. Aquello eran palabras mayores. Al lanzarme de nuevo escaleras abajo el flash de Picio volvió a resplandecer y mi mirada funcionó entonces como una secuencia de tiras fotográficas: aquel tipo dejándose ver por fin, entrando al portal y empujando violentamente a Gloria. Esta saliendo despedida, tropezando con los peldaños, cayendo sobre ellos y golpeándose en un segundo tiempo la cabeza. Finalmente, como una nebulosa, otra vez el cemento de los escalones, que yo volvía a engullir. Todo demasiado deprisa y demasiado confuso.

-Puerco... zurullo... pendejo... bastardo...- boqueaba Gloria.

Tenía que darme prisa. Aún me faltaban dos pisos.

-Lerdo... candongo... capón... mariquita...

Un piso.

-Buey... pelagatos... mastuerzo... bigardo...

Cuando llegué era ya demasiado tarde. El tipo había desaparecido y Gloria yacía sobre los escalones como un guiñapo despanzurrado. Lo único que pude hacer fue juntar sus pedazos y acunarla entre mis brazos.

-Zo-te... cor-nu-do...ru-fián... tro-glo-di-ta...- tuvo fuerzas todavía para exhalar, y después dos lombrices rojas serpentearon por las comisuras de sus labios, llevándose dentro de la panza las pulpas de su corazón.

-Zafio, zoquete...- continué yo.

La retahila de insultos que acostumbraba a recitar Gloria era en realidad un soneto de Kalikatres. Nunca comprendí como había ido a parar a su cabecita, pero ahora sabía que incluso en el horror, la locura y la muerte podía haber poesía.
-Gamberro y petardo- concluí, y sentí cómo mi médula espinal se convertía en una barra de hielo.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

CAPÍTULO 3: EL POLEN DEL CORAZÓN



BSO: Ya no estás (Anticuerpos)


-¿Qué pasa, gordo, cabrón?- saludé a Picio al entrar.

Estaba sentado con las piernas sobre la mesa, cortándose las uñas de los pies. No me molestó. Sonaba música de "Anticuerpos" y la voz de la cantante me ponía cachondo, de buen humor.

-¿Por qué no haces eso en el baño, tío?- dije, sin embargo, cuando una de las uñas me saltó a la cara.

-Está ocupado.

-¿Por quién?

-Por una tía. Se llama Lorea. Era lo que tenía que contarte.

Sentí cierta desilusión. Al final, en lugar de algo emocionante, relacionado con el fanzine, aquello iba a reducirse a un lío de faldas. Pero tampoco podía mosquearme. Por fin Picio había ligado y no era cuestión de amargarle la fiesta. Picio era un tío cojonudo, simpaticón, descarado... Eso sí, como fotógrafo nada del otro mundo, lo había elegido para la revista porque complementaba mi carácter arisco, distante, frío... Si yo me presentara a hacer las entrevistas, los reportajes, sin su compañía nadie me contaría nada.

El problema de Picio estaba en que era feo como él solo. Aunque pesaba unos cientotreinta kilos su cabeza resultaba desproporcionada con el cuerpo, enorme, pero eso a él no parecía importarle, aumentaba su tamaño con una barba cortada a lo Lincoln y su cabello alborotado. Una de las cualidades que más admiraba de Picio era aquella ausencia del ridículo. Y eso que yo, recordemos, llevaba el pelo teñido de color azul.

-Bueno y qué pasa con esa... ¿Lorea, has dicho?

-Si, Lorea. Mira, Felisín, ya sé que el fanzine funciona de puta madre pero he estado pensando y creo que aún podría ir mejor.

-Joder, Picio, si lo que quieres es que os deje echar un polvo en mi casa no hace falta que me hagas la pelota.

-¿Un polvo, yo? Me parece que estás abusando de las drogas, chaval. No es eso, qué más quisiera. Se trata del fanzine, ya te digo. Lorea hace maravillas con el ordenador, maquetación, todo eso...

-Mierda, Picio.

Ya habíamos hablado en otras ocasiones de modernizar la revista. Siempre que lo hacíamos yo ponía el ejemplo de los Sex Pistols. Para mí lo bueno de los Sex Pistols fue que demostraron que cualquiera podía darle un corte de mangas al mundo y divertirse, hacer lo que le gustaba, que montar un grupo estaba al alcance de todos. Después supimos que aquello era un montaje, pero yo me quedaba con lo primero: "háztelo tú mismo".

-Mira, Felisín, lo de las fotocopias, las líneas amontonadas, no es punki. Simplemente es... trapero.

-Es barato. Lo bueno de "Borraska" es que la puede comprar cualquier chaval.

-Ya, pero lo que igual no pueden comprar después son unas gafas de culo de vaso.

-Si empezamos con chorraditas, fotos fijas, letras bonitas y grandes, la revista se quedará sin chicha, Picio, será diez veces más cara y la leerán cuatro modernos de mierda- contesté muy convencido, pero todo cambió por completo cuando a mis espaldas escuché vaciarse el calderín, se abrió la puerta y apareció la chica.

-Hola, soy Lorea-
Al presentarse me guiñó un ojo. En el párpado apareció tatuado un monigote que me sonreía. También tenía un arito colgando de una de las ventanas de la nariz y un brillante hundido en el ombligo.Lorea era una especie de compendio de mis fetiches preferidos. Vestía pantalones escoceses y tirantes, que trepaban por su cuerpo rodeándole los pechos, intuidos firmes y redondos bajo una camiseta ajustada. Llevaba el pelo casi cortado al cero y los rasgos de su cara resultaba de esa manera agresivos. Sus ojos eran grandes, oscuros; parecían los dos cañones de una recortada, pero si uno sabía mirarlos comprendía que también podían disparar orquídeas. Yo lo supe desde el primer momento. Su aparición fue como la de una abejita que me libaba el polen del corazón.

-Te admiro mucho, Felisín- dijo además, y su voz sonaba cavernosamente dulce, como burbujitas de champán que explotaban acompañando a cada palabra.

-A mí ¿por qué?- balbuceé.

-Solía escuchar tu programa en la radio, antes de que la chaparan, y ahora leo "Borraska". Me gusta cómo escribes. No puedo creerme que vaya a trabajar contigo- dijo, y comenzó a dar saltitos de alegría, y después a tararear la música que sonaba en el tocadiscos, y cantaba exactamente igual que la cantante de Anticuerpos...

No había nada que hacer. La revista iba a sufrir algunos cambios.

Miré a Picio. Me sonrió.

-Gordo, cabrón- le dije.

domingo, 23 de noviembre de 2008

CAPÍTULO 2: AQUÍ PAZ Y DESPUÉS GLORIA




BSO: Esta es una noche de rocanrol (Barricada)


La cita con Picio estaba puesta en la redacción. Para mi resultaba todo un chollo porque aquel piso, además de la redacción, era mi casa desde hacía un par de meses, cuando pegué la patada, y esa tarde llovía, y yo tenía las botas agujereadas y me apetecía quitármelas y secarme los pies.

Las calles del casco viejo olían a polvo mojado. El cielo, y las aceras, y los edificios, y también las miradas, los pensamientos de la gente que se cruzaba conmigo, todo era gris, y ese era, siempre había sido el color de Jamerdana, mi ciudad.

Me puse nostálgico. Recordé los conciertos, las borracheras, las partidas de futbolín... Era muy raro, porque el escenario de aquellos recuerdos eran también las mismas calles por las que caminaba entonces, como si fuera un espectro. Tal vez por eso me alegré de ver a Gloria, me sentí su cómplice.

Ella era uno de esos personajes que parecen pertenecer de una forma intemporal a las ciudades, que siempre están en ellas y a las que te encuentras al doblar cada esquina.

Discutía con un yonki.

-Bestia, canalla, mostrenco, fulero...-le insultaba, y levantaba su cabecita toda farruca, al tiempo que avanzaba y retrocedía, como un gatito asustado, amenazando con los arañazos de tercera división de su inseparable paraguas.

Gloria era pequeñita y delgaducha y llevaba el pelo lacio, entreverado de canas, sujeto con un par de horquillas del Pato Lucas. Tendría unos sesenta años. En su cara, descosida por infinitas arrugas y alguna que otra cicatriz, destacaban sus dos ojos vivarachos y almendrados y unos labios tan finos y afilados como hojas de acero.

-Cerdo, salvaje, pedazo cochino...-acuchillaba con ellos al yonki.

Este no le hacía caso. Ya sabía que estaba loca. Al pasar a su lado le dejó en paz y se dirigió a mí.

-Tú, zangano, bruto, felón, gurrumino, dame un par de duros- me pidió.

-No tengo nada, Gloria- le dije.

Era verdad. Pero eso a ella le daba igual, y también que yo la invitara a café siempre que podía.

-Chulo, matraco, gorrón, majadero- continuó.

-¿Para qué quieres dinero, Gloria?- le pregunté.

Era extraño. Gloria nunca pedía. Simplemente entraba en las cafeterías, se tomaba lo que le venía en gana y se largaba sin pagar. Los camareros también sabían que estaba loca y la dejaban en paz. Un café, un bollo menos de vez en cuando era preferible a las acometidas del espadachín loco en que se convertía su lengua cuando la contrariaban.

-Para la pensión.

Aquello también era extraño. Ella nunca dormía en las pensiones, ni en los albergues, sino en las calles, los portales, a su aire.

-Lo siento, Gloria, no tengo nada- repetí mirándole a los ojos.

Siempre que me encontraba con ella procuraba evitarlos, me asustaba el reflejo de la locura al fondo, la pulsión esquizofrénica de lo imprevisible. Esta vez, sin embargo, descubrí que Gloria también estaba asustada.

-Si quieres puedes venir a mi keli- dije

Se negó. El amor a su independencia era más fuerte que el miedo. Por lo menos mi oferta sirvió para que dejara de insultarme. Continué andando, sin volver la vista atrás, antes de que se arripintiera. No obstante, al doblar la siguiente esquina, como si sus zapatitos encantados le hubieran transportado allí por arte de magia, Gloria volvió a aparecer, esta vez azuzando a un chaval de unos quince años, saltando a su alrededor igual que un boxeador que sabe que perderá el combate y la bolsa pero que intenta disimular.

-Burro, canibal, idiota, cunero...- le decía.

jueves, 20 de noviembre de 2008

CAPÍTULO 1: MOSCAS



"El estiércol hace crecer siempre más fuerte la cosecha"
(Marc Legasse)



BSO: Cerebros destruidos (Eskorbuto)


Pensé en ello cuando vi aquellas dos moscas follando sobre la barra del bar: tenía treinta años y estaba solo y aburrido. Todo había ido a la vez tan deprisa y tan despacio... A los quince ya no creía en nada. Por eso me hice punk. Desde entonces había estado borracho. Un mal rollo cuando tienes que caminar sobre el filo de la navaja. La mayoría de mis colegas, por ejemplo, habían perdido el equilibrio y se habían descuartizado: las drogas, la priva, el suicidio... Una vida salvaje. Mentira. Aburrida, mediocre. Una vida como cualquier otra. A estas alturas de la historia todos caminamos por el filo de la navaja. Mirar para adelante tampoco me ayudaba. Tenía treinta años y además de estar solo y aburrido llevaba el pelo teñido de color azul ¿Qué podía esperar yo de la vida?

-Eh, tío, le das demasiadas vueltas al coco- me interrumpió Beni, el camarero, dejando sobre la barra otro botellín de "San Miguel".

-No tengo un puto clavo, Beni, ya lo sabes- le advertí.

-Da igual, ya me pagarás cuando salga el próximo número.

Yo dirigía un fanzine que se vendía bastante bien en los bares, las casas okupadas... No era nada profesional, unas cuantas fotocopias grapadas con los artículos, relatos y demás que me enviaban. Mi trabajo consistía en seleccionar lo que me parecía bueno y también hacía los reportajes y las entrevistas a los grupos. Me echaba una mano Picio, el fotógrafo, y los dos éramos todo el equipo de la revista. Nada profesional, en efecto, pero como a la gente le gustaba me invitaban a cerveza en los bares y eso era todo lo que yo necesitaba para sobrevivir.

-Gracias, Beni- dije.

Bebí la "San Miguel" tranquilo, dejando que el alcohol se desparramase por mi cuerpo y estrangulase despacito el corazón hasta sentir el sabor dulce de la sangre debajo de la lengua.

Beni puso un disco de “Eskorbuto". Me sentía un poco mejor. Incluso recordé que tenía una cita con Picio. Algo relacionado con el fanzine.

-Tengo que contarte una cosa- me había dicho por teléfono, bastante excitado, y el tono de su voz me hizo comprender que para el próximo número tendríamos de nuevo una bomba, algo que nos hiciera trabajar con ilusión, y que permitiera venderlo bastante bien, y a la gente le gustaría, y volverían a invitarme a cerveza en los bares, y así me daría igual estar solo y aburrido y no me importaría tener treinta años y llevar el pelo teñido de azul.

Decidí salir en busca de Picio cuanto antes.

-Hasta luego, Beni- me despedí.

Al dejar el botellín sobre la barra vi como las dos moscas echaban a volar. Era increíble. Todavía en el aire seguían follando. Siempre me había preguntado cómo demonios harían aquello.

martes, 18 de noviembre de 2008

Una cuestión de supervivencia



BSO: Ellos dicen mierda, nosotros amén (La Polla Records)


Hace ahora once años que publiqué mi primer libro, con tapas duras, una parodia de novela negra, protagonizada por un detective punk. Apareció con el nombre de Cuestión de supervivencia, pero su verdadero título era La virgen puta. Nunca debí dejar que le cambiaran el nombre, nunca, y es un peso, como un muerto, que he arrastrado durante mucho tiempo, preguntándome si acaso mi suerte como escritor habría sido otra de haberme mantenido firme : tal vez algún meapilas se habría escandalizado, me habría hecho gratis la promoción, convertido en un maldito...

Sin embargo, no titulé ese libro de ese modo por ello, simplemente ese ERA su título, y si lo cambié solo fue porque era un pipiolo, porque se trataba de mi primer libro con una editorial de verdad, porque quizás nunca volviera a tener la oportunidad o porque –me decían- si sale con ese título, en el Diario de Navarra (que es algo así como el Boletín Oficial de mi provincia) no van a decir ni mú…

Hoy, que el Diario de Navarra y tantas otras cosas me la traen bien floja y aprovechando que en estos días Eclipsados también publicará el que en realidad debería haber sido mi primer libro, Ajuste de cuentos (una colección de relatos aparecidos en revistas y fanzines en los años 90), me apetece hacerle el boca a boca a este cadáver que, creo, está tan vivo, sacarlo de su tumba y dejarlo en brazos de todo aquel al que le apetezca hurgar en la basura.

Por ello, voy a publicar La virgen puta, con su título original, por capítulos (no son muchos, ni muy largos), en este blog http://lavirgenputa.blogspot.com, con portada e ilustraciones de mi amigo, mi hermano Juan Kalvellido, compañero de fatigas durante esta década prodigiosa en la que los dos hemos aprendido que el éxito no es salir en el Diario de Navarra sino aguantar, creer en uno mismo, seguir on the road, siempre adelante, y que se jodan los que escupen y tiran piedras desde las cunetas…

Por lo demás, los capítulos han sido revisados (sobre el original se hicieron algunos pequeños cambios de estilo que yo, que no tengo carácter, admití, sin comprender que de ese modo podían llegar a cargarse mi estilo, o mejor dicho, el del narrador, Felisín) y al final de todas las entregas colgaremos un PDF para que quien lo desee lo descargue.

En cuanto a la edición impresa de La virgen puta, la que lleva por título Cuestión de supervivencia, la editó Altaffaylla kultur taldea (se puede conseguir en www.gureliburuak.com), a quien siempre estaré agradecido por su apoyo y por ser los primeros en confiar en mí. Sé que su recomendación para cambiar el título fue de buena fe, para protegerme y que en esta ciudad mojigata y cortapichas, con tantas piedras y cadáveres en las cunetas, nadie me inflara a hostias, nada más sacar la cabeza del agujero de la alcantarilla.

lunes, 17 de noviembre de 2008

La virgen puta


FELISÍN, EL PROTAGONISTA DE LA VIRGEN PUTA NO ES UN HÉROE DE NOVELA NEGRA AL USO, NO ES UN MADERO REBOTADO, NI TAMPOCO UN SAGAZ DETECTIVE... NI FALTA QUE LE HACE. A FELISÍN TODO LO QUE SEA AL USO SE LA SUDA, POR ESO LLEVA EL PELO DE COLOR AZUL, EDITA UN FANZINE, VIVE EN UNA CASA OKUPADA Y SE RAPA LA CABEZA CUANDO TODO EL MUNDO EMPIEZA A LLEVAR EL PELO DE COLOR AZUL. FELISÍN ES UN VIEJO PUNK, Y NO BUSCA BRONCA, LA ENCUENTRA, es inevitable cuando los problemas están ahí, la desigualdad social, el abuso de poder, la corrupción, el paro, la tortura, pero también la soledad, el amor, la muerte, los temas universales de la literatura que ésta se ha obstinado tantas veces en tratar con una aburrida gravedad y que en esta novela se abordan con la naturalidad, la ironía y el entretenimiento de nuevas referencias culturales, como son el comic o el punk-rock... Problemas que tienen por escenario Jamerdana, ciudad que es todas las ciudades y ninguna, esa virgen puta donde las chabolas se adosan a los rascacielos, donde los mendigos se alimentan en las puertas traseras de los hospitales con los despojos de las liposucciones. En ella nuestro protagonista se verá implicado en una serie de muertes de "sintechos" que a través de un mal viaje en el que aparecerán episodios de canibalismo, necrofilia, sacrilegio, le enfrentarán directamente con el poder y que no impedirán sin embargo que, a pesar de todo, a Felisín se le contagien también las viruelas del amor